/ lunes 9 de octubre de 2023

El refugio, ¿la única salida para Paco, Evans y sus familias?

Paco, originario de Sinaloa, México, y Evans, originario de Venezuela, tienen algo en común: ambos salieron de sus países de manera forzada. Paco dejó su negocio de mariscos para rescatar a su hijo, a quien un grupo del crimen organizado lo quería obligar a enrolarse. Por su parte, Evans escapó de Venezuela porque “ya no teníamos para comer y menos para las medicinas de los viejos”, como lo comentó al explicar la crisis de su nación. Paco y Evans se encuentran en la frontera entre México y Estados Unidos, a la espera de cruzar por Eagle Pass. Juntos arman una de las tantas casas de campaña que los migrantes plantan en la frontera para descansar del largo trayecto que, en el caso de Paco y Evans, los hizo coincidir. Sus hijos comparten sándwiches de atún y una botella de agua. Sus rostros cansados son parte de los millones de personas que en este momento se encuentran huyendo de persecuciones, conflictos, violencia u otras circunstancias igual de peligrosas. Pero hay algo más que tienen en común: no vienen solos, sus familias los acompañan para juntos buscar en el refugio una salida a sus problemas.

Ya he comentado en este espacio que la pandemia de Covid-19, la guerra entre Rusia y Ucrania, así como los problemas en América Latina, han provocado una “convulsión” en la movilización de personas. Al respecto, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) estima que a finales de 2022 existían al menos 108 millones de personas en todo el mundo obligadas a huir de sus hogares, cuando una década atrás, en 2011, existían sólo 38 millones. No obstante a que estas cifras, que por sí solas son reveladoras, también se ha detectado un cambio significativo en cómo se integran los flujos migratorios, destacando la presencia cada vez mayor de mujeres, niños y adultos mayores.

Esta “convulsión” sin precedentes que experimenta la movilización de personas ha generado que algunos países en lugar de tender la mano ante esta situación (catalogada ya como crisis humanitaria), respondan con políticas migratorias más restrictivas. En la Unión Americana, por ejemplo, la Alcaldía de New York solicitó apenas hace unos días a la Corte Suprema de Justicia de su estado suspender la norma (que data de los años 80) y que obliga al gobierno de la ciudad a proporcionar vivienda a los migrantes que buscan refugio. Además, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos informó que, desde la eliminación del Título 42 y la implementación del Título 8 (en mayo de 2023), sólo el 46% de las personas que han cruzado su frontera con México han podido pedir asilo, muy por debajo del 83% que pudo hacerlo entre el 2018 y 2019.

En cuanto a México, siento decirlo, pero la situación no es distinta. Según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), tan sólo en el periodo de enero a mayo de este 2023 han solicitado asilo 13 mil personas extranjeras, más del 60% respecto al mismo periodo del 2022. De seguir con esta inercia, los analistas pronostican que podrían ser hasta 200 mil personas las que terminen solicitando refugio en el 2023. En este sentido, hay voces autorizadas que nos brindan sus reflexiones. Tonatiuh Guillén López, ex titular del Instituto Nacional de Migración de México, es uno de ellos. “Nos encontramos así entre tiempos muy críticos, con movimientos de personas en escala gigante, confrontados con políticas migratorias rudas y militarizadas (la mexicana) enfocadas hacia la contención y expulsión, sin desconocer que al lado están algunas medidas –insuficientes— de inclusión promovidas por el gobierno de J. Biden”, enfatiza Tonatiuh.

Para ejemplificar lo que comenta Guillén (sobre todo de la política migratoria en nuestro país), recordemos lo ocurrido en septiembre de este año en las oficinas de la Comar en Tapachula, Chiapas, en donde grupos de migrantes (5 mil aproximadamente), rompieron el cerco de seguridad e intentaron entrar por la fuerza, provocando una avalancha humana que dejó varios heridos. O también podemos hablar del caos que generó la empresa Ferromex, al suspender viajes de trenes para evitar más accidentes de migrantes y que dejó a miles de extranjeros varados en distintos puntos del país. Analistas como Tonatiuh señalan que ambas situaciones son provocadas por la incapacidad de la Comar y, en general del gobierno federal, para brindar atención a quienes buscan refugio.

El panorama no luce alentador, aunque eso no nos impide visionar mejores tiempos en los que se aprovechen el talento y las ganas de salir adelante de estas personas que abandonaron sus hogares de manera forzada.

Como lo dijo la coordinadora del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez: “Ambos países, México y Estados Unidos, pueden convertir la migración en una oportunidad y no en un problema. México tiene problemas de escasez laboral en algunas regiones y los migrantes que cruzan el país podrían quedarse, aprovechar ese capital humano ofreciéndoles educación”, comentó Xóchitl, en una entrevista a Fox News.

Seguramente Paco y Evans sigue en la frontera, compartiendo lo poco que les queda de comida y charlando sobre sus sueños, mientras sus hijos juegan algún videojuego en sus celulares. Pero quizás la búsqueda de refugio no sea sólo una salida, sino la entrada a una vida mejor. ¿Lo tendrán en sus planes Trump y Biden? ¡Me consta que Xóchitl Gálvez, sí!

Y tú, ¿qué opinas?

Coordinador Nacional de Acción Migrante del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional

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Twitter @JuanHernadezS

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