/ miércoles 15 de mayo de 2024

Reflexiones electorales: entre la emoción y la razón

En tres semanas estaremos viendo cuál fue el resultado de las elecciones. Veremos analistas, politólogos, coordinadores de campaña, candidatos y los críticos habituales, todos dando explicaciones, ya sea para justificar derrotas o proclamar estrategias triunfadoras en caso de victoria. Mientras tanto, más de 100 millones de mexicanos continuarán con sus rutinas diarias y con esa esperanza de que ahora sí esto esté mejor.

Aquí surge la primera pregunta: ¿qué nos impulsa a votar? ¿Es acaso una simple lona, una camiseta o una estampa? Recientemente, conversando con ciudadanos de comunidades rurales, me cuestionaba por qué es tan común que, en el México rural o de clase media baja, la gente salga a escuchar a los candidatos. Uno de ellos argumentaba que se trataba de un gesto de educación y respeto, para evitar enemistades. Aquí radica la idea de que la mayoría de nuestras decisiones están influenciadas por la emoción.

El proceso de toma de decisiones debería ser racional, pero lamentablemente, en la esfera política, los ciudadanos suelen privilegiar la emoción. ¿Puede una canción de campaña o unas lonas influir en nuestras decisiones?

Tomemos por ejemplo la publicidad política de Peña Nieto. La historia política mexicana es cíclica. 18 años después de la euforia por sacar al PRI de Los Pinos, surge la emoción de erradicar la pobreza, la miseria y la corrupción. Sin embargo, a menudo prevalece la emoción sobre la razón y no nos detenemos a cuestionar la viabilidad de las propuestas o la capacidad financiera del gobierno para llevarlas a cabo.

Otro elemento para considerar son las encuestas, que han sido manipuladas para servir a intereses particulares en lugar de reflejar la realidad. Muchos medios de comunicación las utilizan como herramienta de persuasión, desvirtuando su verdadero propósito.

Así pues, llegará el lunes tres de junio y se harán mil reflexiones y análisis de qué se hizo o se dejó de hacer. Pero algo importante, hoy en día muchos candidatos dejan la elección en manos de las redes sociales, de las encuestas pagadas, de las lonas, etcétera., que si bien son importantes, no sustituyen la emoción de aceptación o rechazo que genera el contacto visual, el apretón de manos, el abrazo, el apapacho y todos esos sentimientos que genera quien se acerca a mí a pedirme el voto. Hoy creemos que la gente da por sentado que me apoyará, solo porque digo en mis spots y promocionales el “yo seré tu XXXX” y se nos olvida que este acto de contacto con los ciudadanos es un acto de cortejo, de conquista.

Ya falta menos para escucharnos, y seguir con esa esperanza de que las cosas mejoren. Y dentro de tres años, esta esperanza se renovará una vez más.

Senador de la República

  • @ErandiBermudez

En tres semanas estaremos viendo cuál fue el resultado de las elecciones. Veremos analistas, politólogos, coordinadores de campaña, candidatos y los críticos habituales, todos dando explicaciones, ya sea para justificar derrotas o proclamar estrategias triunfadoras en caso de victoria. Mientras tanto, más de 100 millones de mexicanos continuarán con sus rutinas diarias y con esa esperanza de que ahora sí esto esté mejor.

Aquí surge la primera pregunta: ¿qué nos impulsa a votar? ¿Es acaso una simple lona, una camiseta o una estampa? Recientemente, conversando con ciudadanos de comunidades rurales, me cuestionaba por qué es tan común que, en el México rural o de clase media baja, la gente salga a escuchar a los candidatos. Uno de ellos argumentaba que se trataba de un gesto de educación y respeto, para evitar enemistades. Aquí radica la idea de que la mayoría de nuestras decisiones están influenciadas por la emoción.

El proceso de toma de decisiones debería ser racional, pero lamentablemente, en la esfera política, los ciudadanos suelen privilegiar la emoción. ¿Puede una canción de campaña o unas lonas influir en nuestras decisiones?

Tomemos por ejemplo la publicidad política de Peña Nieto. La historia política mexicana es cíclica. 18 años después de la euforia por sacar al PRI de Los Pinos, surge la emoción de erradicar la pobreza, la miseria y la corrupción. Sin embargo, a menudo prevalece la emoción sobre la razón y no nos detenemos a cuestionar la viabilidad de las propuestas o la capacidad financiera del gobierno para llevarlas a cabo.

Otro elemento para considerar son las encuestas, que han sido manipuladas para servir a intereses particulares en lugar de reflejar la realidad. Muchos medios de comunicación las utilizan como herramienta de persuasión, desvirtuando su verdadero propósito.

Así pues, llegará el lunes tres de junio y se harán mil reflexiones y análisis de qué se hizo o se dejó de hacer. Pero algo importante, hoy en día muchos candidatos dejan la elección en manos de las redes sociales, de las encuestas pagadas, de las lonas, etcétera., que si bien son importantes, no sustituyen la emoción de aceptación o rechazo que genera el contacto visual, el apretón de manos, el abrazo, el apapacho y todos esos sentimientos que genera quien se acerca a mí a pedirme el voto. Hoy creemos que la gente da por sentado que me apoyará, solo porque digo en mis spots y promocionales el “yo seré tu XXXX” y se nos olvida que este acto de contacto con los ciudadanos es un acto de cortejo, de conquista.

Ya falta menos para escucharnos, y seguir con esa esperanza de que las cosas mejoren. Y dentro de tres años, esta esperanza se renovará una vez más.

Senador de la República

  • @ErandiBermudez