Guanajuato, Gto.- Entre la ausencia del alcalde, un imprevisto cambio de planes, sin público y el fétido olor que emanó el agua al caer de las compuertas, se llevó a cabo la tradicional apertura de la presa de la Olla.
A tres días de que el Gabinete de seguridad del Gobierno Municipal obligara a cancelar la apertura de la presa para evitar aglomeraciones y disminuir el riesgo de contagios, el gobierno de Alejandro Navarro llevó a cabo el evento.
Cerca del medio día, el área de Comunicación Social informó a la prensa que a las 13:00 horas se llevaría a cabo la apertura de manera virtual, pues se transmitió por los canales oficiales de la administración.
En el lugar, casi se dieron cita directores de área y personal del municipio, quienes abanderaron la apertura de las compuertas sin la presencia del alcalde, pero si de su esposa e hijos.
Hoy el sonido del Agua al chocar por las viejas y emblemáticas columnas de la presa fue solitario, pues sobre las olas, de Juventino rosas, el brillante músico guanajuatense no fue interpretado por una orquesta.
Con la caída del agua, vino también un fétido olor que años anteriores no había sido percibido, los pocos asistentes, en su mayoría funcionarios municipales, aun con cubrebocas lograron percibir el amargo olor.
Mientras observaban el espectáculo, desde lo más alto de las compuertas, se pudo apreciar a algunos guanajuatenses que en elaboradas piruetas y una demostración de resistencia corporal domaron la corriente para refrescarse con el vital líquido.
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Este año no se tuvo el gran cúmulo de personas que suelen acudir a deleitarse con la serenata del agua que cae a fuertes chorros mientras reciben el saludo de los gobernantes que acuden a darse “un baño de pueblo”.
No hubo filas de personas en los múltiples puestos de comida, las picosas salsas de Juan el Alcoholes no generaron ese masoquista satisfacción en los paladares cuevanenses.
Las calles aledañas al parque Florencio Antillón no se colmaron de los gritos de los comerciantes atrayendo a la clientela, hoy no hubo globos, burbujas, pistolas de agua, los pleitos infantiles por ver quien se queda con el último juguete de novedad.
Aunque la tradición se cumplió, el Coronavirus ya arrebató uno de los festejos emblema de la ciudad capital, y amenaza también a una cercana fiesta de San Ignacio de Loyola.