El primero de octubre se cumplieron 288 años de la creación de lo que en un principio de denominó Colegio de la Santísima Trinidad y que ahora se le conoce como Universidad de Guanajuato, el proyecto educativo, científico y cultural más importante de Guanajuato, un esfuerzo que se muestra con orgullo de su herencia y de sus frutos bajo su actual denominación, mi alma mater, manifestó el cronista de la ciudad, José Eduardo Vidaurri Aréchiga.
En el magnífico documento denominado “Annuas de las Misiones de la Compañía de Jesús en Guanajuato”, se refieren algunos detalles sobre el origen y la fundación del colegio hospicio de la Santísima Trinidad de Guanajuato, precedente histórico de la Universidad de Guanajuato, refiere el historiador capitalino.
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En el documento se cuenta que fue un sacerdote llamado Antonio de Ybarbuen, que había sido educado en San Ildefonso y que tenía en alto concepto a la compañía de Jesús, quien estando en una reunión con algunos de los vecinos principales de la todavía Villa, comentó sobre la falta de un colegio que se encargara de la formación de los niños y jóvenes de la población, argumentando que sería magnífico que fuesen los jesuitas los encargados de fundar un colegio en Guanajuato.
Entre los asistentes a esa reunión se encontraba doña Josefa Teresa de Busto y Moya, una acaudalada benefactora de la población que sensiblemente comprendió la importancia del proyecto que planteaba el sacerdote y, sin demora resolvió dejar el quinto de sus bienes haciéndose fundadora del colegio.
Doña Josefa aportó inicialmente dos fincas, una ubicada en la esquina de la plaza de la parroquia bajando por el camino de las minas (la de Rayas y la de Mellado), y la otra que sirvió de habitación a los jesuitas y, además, incrementó sus donativos cediendo más bienes que tenía en su acreedor José Antonio de Mendizábal en las haciendas de Peralta y de Munguía y otros bienes adicionales.
También hicieron su aportación el marqués de San Clemente don Francisco Matías de Bustos y otro adinerado empresario minero don Juan de Hervas.
A la iniciativa se sumaron otros 14 dueños de minas que acordaron, por escrito, colocar en sus respectivas minas un cesto para recolectar metal cuya utilidad sería entregada para la fábrica del templo y del colegio de la Compañía de Jesús en Guanajuato, reseña el Cronista de la ciudad.
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Juan Antonio Oviedo, provincial de los jesuitas, aceptó los donativos y envió a un selecto grupo de jesuitas a Guanajuato: los sacerdotes Mateo Delgado, José Redona y Bernardo Lozano, ellos iban acompañados de dos legos: Diego Camarena el maestro de gramática y José Volado el maestro de escuela, quienes desde el 1 de octubre de 1732 (hace 288 años), se establecieron en una de las casas donada por la fundadora que se localizaba próxima al hospital de indios otomíes donde fijaron su residencia y comenzaron su apostolado educativo al que denominaron, por petición de doña Josefa, Hospicio de la Santísima Trinidad.
La construcción del templo comenzó hacia 1747 y concluyó luego de 18 años de trabajo en 1765. En el año de 1761 se abrió el curso de filosofía con una inscripción de 15 alumnos.
En 1767 se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles y el colegio permaneció cerrado hasta 1785 cuando se restablece la actividad educativa bajo la denominación de Colegio de la Purísima Concepción.
En 1798 el colegio estuvo bajo la supervisión de los sacerdotes filipenses. En esa época se inició el internado y se impulsaron importantes reformas por parte del intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena que invitó a los profesores José Antonio Rojas, José María Chico, Rafael Dávalos y José María Liceaga.