León, Gto.- El tiempo, el implacable, todo lo cura. Hay circunstancias que complican la convivencia entre papá e hija. Hay dolor e incomprensión pero el amor supera las barreras que los adultos ponen y con el paso de los años, todo se va acomodando.
Esta es la historia de una joven estudiante de la licenciatura en Nutrición de la Universidad de Guanajuato.
Es la historia contada por ella misma. Elena Ámbar no dudó en hacerse presente este Día del Padre para externar el sentimiento de la celebración pero también para desahogar el sufrimiento que provocó en una niña de apenas cuatro años, la ruptura del matrimonio de sus progenitores y el distanciamiento con Jesús, su padre.
Con 21 años y los retos superados, Ámbar festeja a Jesús Marín, su eterno y gran amor.
"El Día del Padre siempre ha sido un día difícil para mí; mis papás están divorciados desde que yo tenía 4 años y desde entonces hasta mis 18 nunca pude pasar un Día del Padre a su lado", recuerda Ámbar con dolor.
"Me resultaba muy frustrante ver que amigas mías llegaban el lunes a la escuela y platicaban a qué restaurante se habían ido a comer con su papá para festejar, o qué le habían regalado… yo tenía que conformarme con una llamada por teléfono o una publicación en Facebook".
DIVORCIO DE ADULTOS; SEPARACIÓN DE PAPÁ
La joven estudiante de la UG recuerda aquellos tiempos en que vivía con su madre y con su padre. "Mi papá siempre y desde que tengo memoria, ha sido el hombre de mi vida; cuando era pequeña, mínimo dos veces por semana llegaba con detalles a la casa: juguetes, zapatos, libros para colorear; definitivamente era una niña muy consentida".
Pero llegó la separación. "Cuando mis padres se divorciaron dejé de convivir con él hasta que llegaron a un acuerdo para verlo lunes y jueves. No había un lunes o un jueves que mi papá no pensara una actividad para hacer juntos: ir al cine, a los juegos, parques, andar en bicicleta, patines, comer mi comida favorita, en tiempos de Feria, no salíamos de los juegos, eran momentos en los que definitivamente me sentía muy feliz y muy plena".
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A su corta edad, Ámbar no comprendía. Las diferencias entre adultos le causaban tristeza.
"Cuando llegaba el momento de despedirme de él me costaba muchísimo, sobre todo cuando era más pequeña. Recuerdo preguntarme a mi misma ¿por qué mi papá se tenía que ir y no se quedaba en casa conmigo?.. Y llegó el día en que literal, tenía prohibido verlo por cuestiones de pensión".
"Se acabaron los lunes y jueves de papá e hija y se convirtieron en días en casa de mi abuelita escondida mientras mi papá tocaba a la puerta exigiendo ver a su hija. Me acuerdo perfectamente de la escena y aún se me pone la piel chinita..".
EL TIEMPO TODO LO CURA
El paso de los años fue modificando las circunstancias y en la actualidad, aún sin vivir con su padre, Ámbar ya no tiene prohibiciones para ver, abrazar y convivir con Jesús.
"Hoy en día todo es más sencillo, puedo ir a visitarlo a su casa el día que guste, puedo irme a desayunar con él, dormir en su casa sin problema, hasta irme de vacaciones con él".
La madurez de hija, esa que se adquiere con los golpes que la vida va dando y que pone a prueba la resistencia y cariño, alejó los fantasmas y los miedos de esta joven.
Sin rencor y sin reclamos, afirma que "hoy me queda muy claro que a pesar de toda circunstancia mi papá siempre estuvo muy presente para mí y sé que así seguirá siendo".
"Agradezco infinitamente a la vida y a Dios el tenerlo, porque me tocó un papá increíble; un hombre en el que puedo contar y confiar, un hombre que siempre verá por y para mi, y que aunque la situación sea muy difícil siempre verá la manera de darme lo que esté en sus manos; un hombre que apoya todos mis anhelos y aspiraciones y me ayuda a llegar a ellos".
GRACIAS PAPÁ
Con una felicidad que es evidente, Ámbar agradece a Jesús Marín su presencia, su apoyo y el eterno amor de papá.
"Sé que gran parte de la persona que soy hoy en día es gracia a él; espero un día poder regresarle todo lo que me ha dado, pues sé que se merece eso y más".
"Hoy celebro su día junto a él, abrazándolo y apapachándolo, ya que la vida por fin me lo permite".
"¡Feliz día papá! Gracias por ser el mejor papá que la vida me pudo dar, ruego a Dios me seas eterno. Te amo inmensamente".