/ miércoles 9 de noviembre de 2022

El Calvario es legado de solidaridad para los más necesitados

El padre Prudencio Castro inició esta obra que concluyó el canonizado sacerdote José María de Yermo y Parres

Dentro de la gran “mancha” urbana de la ciudad, se encuentra un cerrito donde se edificó el Asilo del Sagrado Corazón de Jesús y el templo del Calvario, un legado histórico de solidaridad para los más necesitados de León.

Y es que esa fue la esencia con la que nació este proyecto; primero por iniciativa del padre Prudencio Castro, quien comenzó a edificar el templo en 1856 y bautizó la zona como El Calvario, pero al morir en 1885 esta obra la continuó el ahora santo José María de Yermo y Parres.

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De acuerdo con documentos del Archivo Histórico Municipal de León (AHML), cuando el padre De Yermo y Parres tomó las riendas, contó con la ayuda del doctor Rosendo Gutiérrez de Velasco, un médico muy respetado por su profesión, pero también por su caridad, sobre todo en la inundación de 1888.

En su libro “León 500 años de historia”, J. Jesús Ojeda Sánchez cuenta que el asilo se edificó anexo al templo del Calvario, ambas construcciones que aprovecharon la cima redondeada y plaza descrestada, según las necesidades de un cerrito aislado que se elevó de la llanura por el volcanillo que dejó sus huellas en su lava apreciable a simple vista con rocas y tierra de color rojizo claro.

El recién ordenado sacerdote Yermo, aceptó con gusto la herencia del padre Castro, quien al fallecer dejó inconclusa la Casa de Ejercicios de Encierros, en una zona donde había vulnerabilidad, pobreza y falta de solidaridad.

Así llegó la idea de convertir esa casa en un asilo que terminó de construir y puso a disposición de quienes más lo necesitaban.

LA LEYENDA

Se cuenta en una biografía del santo Yermo que lo que detonó la necesidad de hacer este asilo, nació a partir de un día que pasó por el Río de los Gómez donde vio a unos cerdos que estaban a punto de comerse a un recién nacido abandonado, lo que fue un golpe al corazón que lo inspiró darle un giro al proyecto inicial del padre Castro.

EL LEGADO

Al principio contó con el apoyo económico de algunas personas, pero después él solo acogió a adultos mayores, indigentes y menores en situación de orfandad. También fundó escuelas y posteriormente recibió a recién nacidos.

Fue tan grande su vocación por ayudar a estas personas en situación de vulnerabilidad que el padre Yermo vivió ahí con ellos y dirigió personalmente los trabajos de la casa.

A casi un año y medio de su apertura, ya contaba con 160 personas, de las cuales 90 eran menores, 50 adultos mayores, 10 recién nacidos y el resto, personas que dirigían los oficios y departamentos. En esos 17 meses, gastó 31 mil pesos, una cifra elevada para 1885.

El lugar contaba con una cocina; estaba muy bien asentado, ventilado y atendido por señoras caritativas que lo administraban.

Las niñas del asilo salían cantando Salves, los niños entraban al refectorio recogidos y silenciosos, decentes, usando sus cubiertos y tomando sus alimentos con compostura; sus juegos eran alegres como si vivieran en sus hogares; las niñas al entrar cantaban al Sagrado Corazón de Jesús y a San Vicente de Paul, a cuya congregación perteneció primero el santo Yermo y después se secularizó”, cuenta J. Jesús Ojeda Sánchez en su libro.

Por la demanda de persona que requería un lugar para vivir, se proyectó en 1887 la construcción de un anexo que se compondría de cuatro principales compartimientos, cada uno con salón, dormitorio, taller, jardín, además de dos escuelas.

LA CONGREGACIÓN

Para ayudar a las obras de caridad y atención de los habitantes del asilo, el padre Yermo consideró traer a las “Hijas de la caridad”, expulsadas del país en 1873, pero al no lograrse, fundó la “Sociedad de las siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los pobres”, el 13 de diciembre de 1885. Ese mismo día oficialmente inauguró el “Asilo del Sagrado Corazón de Jesús”.

Dos años más tarde, el padre Yermo enfermó de gravedad en medios contratiempos, epidemia de paludismo, disminución de donativos. La hermana religiosa Juan Francisca Hernández, originaria de San Luis Potosí, lo encomendó al Niño Jesús, imagen que había traído de su tierra y quien les concedió el milagro de no operarlo, pues los médicos amenazaban con amputarle las piernas.

Luego su comunidad se extendió a Puebla y la congregación tomó definitivamente su nombre el 2 de marzo de 1888. En junio de ese mismo año, en la inundación fatídica de la ciudad, el asilo prestó servicios a los damnificados.

El padre Yermo se marchó de León en 1889 y falleció en Puebla el 20 de septiembre de 1904. El Ayuntamiento municipal acordó otorgar 600 pesos mensuales de ayuda al asilo, por solicitud del doctor Gutiérrez de Velasco, en septiembre de 1893.

Le agregó al templo del Calvario el frontis griego de estilo dórico, comparable al del Teatro Manuel Doblado.

CANONIZADO

Por su obra de amor y caridad, el domingo 21 de mayo del 2000, el padre José María de Yermo y Parres fue canonizado por el entonces papa Juan Pablo II, ceremonia en la que estuvieron presentes integrantes de la familia Torres Landa, una de las más importantes de León, de quienes era pariente.

Dentro de la gran “mancha” urbana de la ciudad, se encuentra un cerrito donde se edificó el Asilo del Sagrado Corazón de Jesús y el templo del Calvario, un legado histórico de solidaridad para los más necesitados de León.

Y es que esa fue la esencia con la que nació este proyecto; primero por iniciativa del padre Prudencio Castro, quien comenzó a edificar el templo en 1856 y bautizó la zona como El Calvario, pero al morir en 1885 esta obra la continuó el ahora santo José María de Yermo y Parres.

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De acuerdo con documentos del Archivo Histórico Municipal de León (AHML), cuando el padre De Yermo y Parres tomó las riendas, contó con la ayuda del doctor Rosendo Gutiérrez de Velasco, un médico muy respetado por su profesión, pero también por su caridad, sobre todo en la inundación de 1888.

En su libro “León 500 años de historia”, J. Jesús Ojeda Sánchez cuenta que el asilo se edificó anexo al templo del Calvario, ambas construcciones que aprovecharon la cima redondeada y plaza descrestada, según las necesidades de un cerrito aislado que se elevó de la llanura por el volcanillo que dejó sus huellas en su lava apreciable a simple vista con rocas y tierra de color rojizo claro.

El recién ordenado sacerdote Yermo, aceptó con gusto la herencia del padre Castro, quien al fallecer dejó inconclusa la Casa de Ejercicios de Encierros, en una zona donde había vulnerabilidad, pobreza y falta de solidaridad.

Así llegó la idea de convertir esa casa en un asilo que terminó de construir y puso a disposición de quienes más lo necesitaban.

LA LEYENDA

Se cuenta en una biografía del santo Yermo que lo que detonó la necesidad de hacer este asilo, nació a partir de un día que pasó por el Río de los Gómez donde vio a unos cerdos que estaban a punto de comerse a un recién nacido abandonado, lo que fue un golpe al corazón que lo inspiró darle un giro al proyecto inicial del padre Castro.

EL LEGADO

Al principio contó con el apoyo económico de algunas personas, pero después él solo acogió a adultos mayores, indigentes y menores en situación de orfandad. También fundó escuelas y posteriormente recibió a recién nacidos.

Fue tan grande su vocación por ayudar a estas personas en situación de vulnerabilidad que el padre Yermo vivió ahí con ellos y dirigió personalmente los trabajos de la casa.

A casi un año y medio de su apertura, ya contaba con 160 personas, de las cuales 90 eran menores, 50 adultos mayores, 10 recién nacidos y el resto, personas que dirigían los oficios y departamentos. En esos 17 meses, gastó 31 mil pesos, una cifra elevada para 1885.

El lugar contaba con una cocina; estaba muy bien asentado, ventilado y atendido por señoras caritativas que lo administraban.

Las niñas del asilo salían cantando Salves, los niños entraban al refectorio recogidos y silenciosos, decentes, usando sus cubiertos y tomando sus alimentos con compostura; sus juegos eran alegres como si vivieran en sus hogares; las niñas al entrar cantaban al Sagrado Corazón de Jesús y a San Vicente de Paul, a cuya congregación perteneció primero el santo Yermo y después se secularizó”, cuenta J. Jesús Ojeda Sánchez en su libro.

Por la demanda de persona que requería un lugar para vivir, se proyectó en 1887 la construcción de un anexo que se compondría de cuatro principales compartimientos, cada uno con salón, dormitorio, taller, jardín, además de dos escuelas.

LA CONGREGACIÓN

Para ayudar a las obras de caridad y atención de los habitantes del asilo, el padre Yermo consideró traer a las “Hijas de la caridad”, expulsadas del país en 1873, pero al no lograrse, fundó la “Sociedad de las siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los pobres”, el 13 de diciembre de 1885. Ese mismo día oficialmente inauguró el “Asilo del Sagrado Corazón de Jesús”.

Dos años más tarde, el padre Yermo enfermó de gravedad en medios contratiempos, epidemia de paludismo, disminución de donativos. La hermana religiosa Juan Francisca Hernández, originaria de San Luis Potosí, lo encomendó al Niño Jesús, imagen que había traído de su tierra y quien les concedió el milagro de no operarlo, pues los médicos amenazaban con amputarle las piernas.

Luego su comunidad se extendió a Puebla y la congregación tomó definitivamente su nombre el 2 de marzo de 1888. En junio de ese mismo año, en la inundación fatídica de la ciudad, el asilo prestó servicios a los damnificados.

El padre Yermo se marchó de León en 1889 y falleció en Puebla el 20 de septiembre de 1904. El Ayuntamiento municipal acordó otorgar 600 pesos mensuales de ayuda al asilo, por solicitud del doctor Gutiérrez de Velasco, en septiembre de 1893.

Le agregó al templo del Calvario el frontis griego de estilo dórico, comparable al del Teatro Manuel Doblado.

CANONIZADO

Por su obra de amor y caridad, el domingo 21 de mayo del 2000, el padre José María de Yermo y Parres fue canonizado por el entonces papa Juan Pablo II, ceremonia en la que estuvieron presentes integrantes de la familia Torres Landa, una de las más importantes de León, de quienes era pariente.

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