El 7 de junio de 1951 los editores de periódicos y el entonces presidente de la República Miguel Alemán Valdés instauraron el día de la libertad de expresión.
Medio siglo después, tras una relación tortuosa y complicada, el 3 de mayo de 2002 periodistas destacados y personajes de la sociedad civil alentaron en México la celebración de este derecho. Esto amparados por la orientación de la Asamblea General de la ONU, entidad que desde 1993 había acordado conmemorar el Día mundial de la libertad de prensa cada 3 de mayo.
La libertad de expresión es un derecho humano y se encuentra recogido en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
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En la democracia, la libertad de expresión es fundamental porque permite el debate, la discusión y el intercambio de ideas entre actores políticos y demás integrantes de la sociedad en torno a temas de interés público.
Por otro lado, la libertad de expresión es una manifestación real y concreta en el espacio público de otra libertad esencial para la realización personal de los seres humanos: la libertad de pensamiento.
Sin embargo, la libertad de expresión implica deberes y responsabilidades, fundamentalmente para proteger los derechos de terceros, del Estado, del orden público o de la salud moral de la ciudadanía.
Por ejemplo, incurren en excesos quienes hagan propaganda a favor de la guerra, apología del odio, manifiesten intolerancia racial o religiosa, o inciten a la violencia o a realizar acciones ilegales, señalan los ordenamientos de la conmemoración.
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