LEÓN, GTO.- La audiencia continúa. Luego de casi 72 horas desde la última sesión ante la juez, este domingo por la madrugada vence el término solicitado por las defensas de los dos guardias señalados como presuntos responsables de un homicidio tras una riña a las afueras de un bar de la Zona Centro. Se requiere reiniciar con la diligencia.
El ambiente es diferente, cambia. Al ser sábado, únicamente una comparecencia se ha programado en las salas de oralidad en León; los pasillos blancos y fríos están vacíos. El silencio es absoluto; para el protocolo de acceso también hay cambios. A falta de 10 minutos para la hora se procedió a dar el paso a los asistentes. Se percibe una tensa calma.
En esta ocasión, a diferencia de la sesión del pasado jueves, sí asiste la familia de la víctima, Ernesto, un joven de 19 años de edad que murió en una banqueta de la calle Pedro Moreno a causa de un par de heridas producidas por un arma blanca. Dos guardias de seguridad de un bar en esa acera fueron señalados como presuntos responsables y hoy comparecen ante la justicia.
Hacen su arribo a la sala unos 20 minutos después de que se reinició la audiencia. Cruzan la sala en completo silencio, se presentan ante la autoridad, y toman su lugar. Son los padres del joven asesinado.
Pasan los minutos y el cansancio comienza a ser evidente entre los asistentes a la audiencia; el rechinar de las butacas ante el más mínimo intento de estirar las extremidades es cada vez más constante. Así se fueron tres horas.
La diligencia es intensa, por momentos trabada, la fiscalía solicita que el video que se busca integrar como dato de prueba no sea admitido por haber incurrido en un acto ilegal para su obtención; la juez toma su decisión: el material gráfico sí será considerado en la investigación.
Los defensores, desde su lugar, aprietan el puño en señal de festejo. La familia de los dos guardias inculpados celebran y respiran hondo para lo que sigue; es cierto que nada está resuelto todavía, pero una sonrisa en estas instancias genera más de lo que nos podríamos imaginar. Todo momento de felicidad abona para la tranquilidad.
Pasa otra hora y la juez ya resiente el cansancio por lo que decreta un receso. La pausa es de 20 minutos.
Afuera todos los asistentes buscan aunque sea unos minutos de descanso, estiran los pies, fuman un cigarrillo o acuden al baño; hace frío y se comienza a nublar.
Algunos familiares de los imputados traen consigo dulces, bebidas, un par de piezas de fruta. Lo que sea es bueno para no caer. Incluso al autor de esta crónica le obsequian un par de caramelos ante la intensa lucha fallida que sostuvo con la máquina expendedora de refrescos ubicada en el acceso principal.
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Y es que el hecho de estar en el mismo recinto durante horas genera cierto vínculo entre los presentes, hay más amabilidad entre todos, hay saludos cada vez más amistosos y la interacción entre los presentes se vuelve más natural.
Incluso hay momento para las bromas. Un agente de la Policía Procesal charla con algunos de los asistentes y les da consejos para no quedarse dormidos ante las tenues voces de algunos jueces.
Se duerme uno, y luego otro… al rato hasta el juez dormido. Dice.
De vuelta a la audiencia el ambiente vuelve a enlazarse con su entorno. Es el momento del debate y se han han pasado cinco horas desde que se reinició la diligencia.
Desde la butaca no se ve nada sencillo, y no lo es. Un ir y venir de alegatos por parte de los abogados en el litigio satura de información el cerebro de todos aunque ya no hay mucho tiempo de por medio.
Previo a tomar su decisión sobre la vinculación a proceso de los dos inculpados, la juez ordena un último receso después de pasarse las manos por la cara en un par de ocasiones y suspirar bien profundo ante el caso que tiene enfrente.
Hay mucha información que digerir.
Sobre la hora de la reanudación, se amplió el receso por otros 20 minutos hasta que finalmente se pudo reanudar la diligencia con un resultado, hasta cierto punto inesperado, pero favorable para los inculpados.
La decisión de la juez hizo que toda la emoción contenida se transformara en felicidad que posteriormente se convirtió en llanto. En lágrimas de alegría.