Este domingo 20 de agosto, detrás de la parroquia del Señor de la Salud, en el Barrio de Obregón (Barrio Arriba) una peregrinación de personas danzaron de colorido vestuario: La Danza Del Machete, El Torito y La Tamalera.
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Un Cristo crucificado en lo alto, los danzantes iban vestidos con penachos, trajes color guinda, pintados de la cara, y con machetes en ambas manos que arrastraban por el piso al ritmo de la música.
Desde la parroquia recorrieron el barrio Obregón por la 27 se septiembre hasta llegar a la calle Gutiérrez Nájera, donde hicieron homenaje a el Señor de la Piedad con una fiesta, en la que habían mesas con invitados en la calle, disfrutando de delicioso mole con pollo y refrescantes bebidas.
Cada tercer domingo de agosto, el señor Ascensión Herrera junto con su hermano Guillermo Herrera, organizan la Danza de Indios Brutos para conmemorar la celebración católica.
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Dentro de la danza, también están caracterizadas personas que representan los 7 pecados capitales. “Llevamos organizando esto desde 1945, obviamente mi papá Miguel Herrera fue quien comenzó con todo esto, nos hace muy feliz hacerle esta celebración a Cristo, nuestro padre.” Comentó con orgullo Ascensión Herrera.
El Señor de la Piedad es una figura devocional que evoca la Pasión y el sufrimiento de Jesucristo. Esta representación, común en diversas tradiciones y culturas religiosas, simboliza el momento en el que Jesucristo es sostenido por la Virgen María tras ser bajado de la cruz.
La imagen se ha consolidado en la devoción popular, siendo fuente de inspiración para diversas obras de arte, como la icónica escultura “La Piedad” de Miguel Ángel. En diferentes regiones, el Señor de la Piedad puede ser objeto de festividades y peregrinaciones, reflejando la profunda conexión espiritual que los fieles mantienen con este episodio de la vida de Jesucristo.
Según los organizadores, La danza autóctona de los “indios brutos” es una manifestación cultural tradicional de algunas regiones de México, particularmente en el estado de Michoacán.
Esta danza, realizada principalmente por grupos indígenas, representa de manera simbólica la resistencia y lucha de los pueblos originarios frente a la conquista y dominación. A través de movimientos y rituales específicos, los danzantes, con vestimentas y máscaras que simulan la apariencia de “salvajes”, buscan rememorar y honrar a sus antepasados, destacando la importancia de la preservación de sus tradiciones y su identidad cultural.
La danza se ha transmitido de generación en generación y es un claro reflejo de la rica herencia cultural de la región.
