PARIS – Una verdadera paranoia comenzó en Noruega después de la aparición de una beluga que llevaba un collar para sujetar una filmadora GoPro y una placa de identificación con la inscripción “Equipamiento de San Petersburgo”.
“Si ese cetáceo viene de Rusia, y tenemos numerosos motivos para creer en esa hipótesis, no se trataría de una experiencia científica, sino que la responsable sería la marina rusa”, afirmó Martin Biuw, del Instituto de Investigaciones Marinas de Noruega.
Esa historia asombrosa, que apasiona a los noruegos como un culebrón de espionaje, comenzó el 25 de abril último cerca de las costas de Hammerfest, en las puertas del Ártico. Ese día, tres hermanos pescadores —Joar, Havard y Erlend Hesten— descubrieron junto a su barco la presencia de un ejemplar de la especie Delphinapterus Leucas, también conocida como beluga, ballena blanca, delfín blanco o marsopa blanca.
El animal, particularmente amistoso, se acercó en varias oportunidades al barco, como si estuviera buscando ayuda para que le retiraran un arnés que tenía a la altura del cuello, explicaron los tres pescadores a la televisión pública NRK. El cetáceo también se acercó a otros buques de la flotilla con la misma actitud.
Después de comprobar que estaba acostumbrada al contacto con los humanos, uno de los pescadores noruegos vistió una combinación de supervivencia y se arrojó al agua para sacarle el arnés. Una vez liberada de ese equipamiento, la beluga desapareció en forma inmediata. El arnés entregado por los pescadores a los servicios de inteligencia noruegos (PST) tenía una placa de identificación con la leyenda “Equipamiento de San Petersburgo” y un dispositivo para ajustar una cámara de tipo GoPro.
El descubrimiento de ese animal, que la prensa inmediatamente calificó como la “beluga espía”, resucitó de inmediato los viejos fantasmas de la guerra fría. En la época de la ex URSS, en los años 1980, los soviéticos habían desarrollado un intenso programa de entrenamiento militar de ballenas y delfines. Esos centros fueron cerrados tras el derrumbe de la Unión Soviética en 1991. Pero en 2017, el canal de televisión TV Zvezda, controlado por el ministerio de Defensa ruso, reveló que la marina había reanudado el entrenamiento de belugas, focas y delfines con fines militares. El adiestramiento actual se realiza en instalaciones del Instituto de Investigaciones de Biología Marina del Mar de Murmansk.
Después de la anexión de Crimea, en 2014, Rusia reactivó una parte de la base de Sebastopol, donde en la época soviética también se entrenaban mamíferos marinos con fines militares.
El objetivo consiste en preparar a los animales para realizar diversas operaciones logísticas y militares en aguas del océano Ártico. Los cetáceos son capaces de cargar herramientas y ayudar a hombres ranas y buzos, ubicar minas y municiones hasta mil metros de profundidad e incluso detectar tornados. La leyenda, nunca verificada, afirma incluso que pueden ser entrenados para matar nadadores de combate enemigos que buscarían infiltrarse en bases navales rusas.
El nuevo contexto de rivalidad entre los países occidentales y Rusia incrementó en los últimos años el interés del Mar de Barents, puerta de entrada hacia la ruta del Norte que permite reducir las distancia entre los océanos Atlántico y Pacífico. Como país miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Noruega descubre con frecuencia los intentos de espionaje de Rusia. La apertura de las rutas marítimas del Ártico —favorecida por el deshielo de la banquisa— convirtió al Mar de Barents en una zona estratégica crucial donde rusos y occidentales espían sus respectivos movimientos submarinos.