BRASILIA. El expresidente brasileño Jair Bolsonaro quedó contra la pared tras la primera audiencia de un juicio en el que se le acusa de “abusos de poder” durante la campaña para las elecciones de 2022, ganadas por el actual mandatario, Luiz Inácio Lula da Silva.
El Ministerio Público, que es parte en el proceso, afirmó en la primera de las tres sesiones reservadas para el caso por el Tribunal Superior Electoral (TSE) que los abusos “están presentes en los autos” y pidió que se apliquen “las penas de ley”, que supondrían despojar a Bolsonaro, de 68 años, de sus derechos políticos por un plazo de ocho años.
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El eje de la acusación es una reunión que Bolsonaro convocó con medio centenar de embajadores extranjeros en la residencia oficial de la Presidencia el 18 de julio de 2022, para descalificar la transparencia del sistema electoral y la propia democracia, y que incluso ordenó que fuera transmitida por televisión pública.
El abogado de Bolsonaro, Tarcísio Vieira, sostuvo que en ese evento, que calificó de “franciscano” e “institucional”, el líder de la ultraderecha no hizo más que “expresar sus opiniones sobre el sistema electoral brasileño”.
Consideró que Bolsonaro solo manifestó “dudas” sobre las urnas electrónicas que Brasil usa desde 1996, pese a que desde entonces no ha habido una sola denuncia de fraude, y que lo hizo en “pleno ejercicio” de su libertad de expresión.
“POLITIQUERO”
Bolsonaro tildó de “politiquero” y “malintencionado” el juicio del Tribunal Superior Electoral. “Hoy, como ustedes saben, comienza mi juicio político, o mejor politiquero, y malintencionado por parte de algunos. No estoy atacando al TSE, pero la fundamentación es una cosa inverosímil: reunirse con embajadores”, afirmó el líder ultraderechista en un acto con transportistas en Porto Alegre, en el sur del país.
Sin embargo, el representante del Ministerio Público, Paulo Gonet Branco, dijo que no caben dudas de que esa reunión “fue convocada para que la comunidad internacional” y “toda la sociedad brasileña” fuesen “expuestos a alegaciones inverídicas” y a una “manipulación que podría corroer el pleito electoral”.
En opinión de Gonet Branco, el objetivo del encuentro no fue otro que intentar “perturbar la normalidad institucional del sistema democrático”.
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La gravedad de esos hechos, agregó, se puso en evidencia con un movimiento que, tras la victoria de Lula, se lanzó a las calles para desconocer los resultados y exigir a las Fuerzas Armadas un golpe militar para impedir su toma de posesión. Un movimiento que, según el abogado Walber Agra, que representa a la acusación, desembocó en el asalto a los tres poderes de la Nación ocurrido el pasado 8 de enero, ocho días después de la investidura de Lula, a quien la ultraderecha intentó derrocar ese día.
Agra afirmó que Bolsonaro debía ser condenado por sus “abusos de poder”, pero también por “prácticas golpistas”.